viernes, 2 de enero de 2009

Poema vii

No quiero un beso tuyo más,
aunque no me hagan ningún mal,
sino al contrario, una satisfacción
y un deseo de realización,
al cual no me puedo negar
por más que yo quiera.


Es la carne que llama
y la mente que evade.

Mi piel subordinada
a tu ley obedece
por el tacto innegable
del tesoro escondido.

Tu mirada de vampiro
roba mi voluntad
de negarme antes tus besos,
esos labios, orgien de mi pasión
que me dejan conocer el paraíso
con luna creciente y
oscuridad inmediata.

En silencio, tus besos llegan
con extrañeza, con prudencia,
con sigilo, con violencia,
con precisión e incertidumbre.
A pesar de tus besos
tan llenos de mi necesidad.
A pesar de eso y de todo,
aún así no los quiero
ni a ti, ni a tus besos,
aunque me den vida,
la cual había perdido
días previos a tu existencia
por alguien de astucia malévola.

No quiero tus besos,
llenos de naturales metáforas
y de pasión interna.

Tus besos, ay, tus besos,
grandiosos, magníficos,
dáselos a quién quieras
y a quiern quiera de tus besos
un tiempo corto probar.

No, ya te dije, no más de tus besos,
aunque por naturaleza quiera.

Sin embargo, una vez más,
no haría ningún mal,
sino al contrario, da felicidad,
pero luego del beso, cojes y te vas.

No te quiero aquí jamás,
ni a ti, ni a tus besos,
ay, tus besos, tan admirables
tan desesables, con pasión y vida,

sin sonreír, sin amor, sin paz,
porque algún familiar puede llegar,
y yo, como siempre, como hoy
me tendré que ir, solo, solo sin ti.

Y así no te veré más
a ti
y no tendré jamás
tus besos,
aunque me haga mal
(ahora)
sé que me hará bien
(siempre)

Tus besos, ay, tus besos.