lunes, 3 de noviembre de 2008

Chupete con ají

Quizás usted no ha probado el peculiar y único sabor del chupete con ají, pero a continuación se lo describiré con el objetivo de lograr identificarlo, más que nada saborearlo sin probarlo, como creer en dios sin verlo.


Antes de empezar, explicaré el contexto en el cual surge esta inolvidable experiencia.


Antes de empezar, usted creerá que probar un chupete sumergido en ají, será de un sabor electrizante, pues tiene compuestos dulces y a la vez picantes. Es una sensación tentadora. Tan sólo de pensarlo ya dan ganas de tenerlo en posesión. Es inexplicablemente tentador, como ver a un niño con un globo y usted tiene una aguja en la mano. ¿no negará que será tentador reventarle el globo, y escuchar el explosivo sonido, y ver cómo las partes del globo se dispersan por diferentes partes? Pues sí, así de parecida es la sensación, antes de probarlo. Es más, uno cree ya tener el sabor en la boca, sin haber tocado nada. A usted, sinceramente se le volcarán los ojos de la excitación de pensar en comerlo.


Pero no sólo influye este factor físico del antes-de-probarlo, sino también el externo: el social. Todos a su alrededor, si es que no está solo, le gritarán que lo haga, mientras sonríen para ver su reacción, cómo su cara se estremecerá del dolor. Pero, tome en cuenta, que aún no lo ha probado, y aún así, ya sabe cuáles serán las posibles consecuencias. Lo más trágico de todo es que sabiendo “las posibles consecuencias”, aún así lo hará. Es trágico. Pero no importa. En ese momento de emociones y excitaciones no importa el futuro, sino el presente.

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Entonces, usted, lentamente sacará la lengua de su sensual boca, como si lo estuviera pensando dos veces en hacerlo, pero en realidad lo hará directamente. La diferencia está en que se hace usted el difícil, para que la gente que a su alrededor, si es que no está solo, le dé ánimos y griten más. De esa manera, usted se sentirá más seguro de lo que hará, sin importar el futuro, ni las consecuencias. Lo único de lo cual, aún no se puede estar seguro, es de si los individuos a su alrededor saben de las consecuencias. Es probable que sí, puesto que ellos mismos lo incitan a probar el extravagante y tentador chupete con ají.


Una vez que el ají (porque ni si quiera el chupete roza su lengua) frota su delicada lengua, sólo ahí se acordará que sólo las aves pueden soportar el ardiente sabor de los ajíes, puesto que no lo digieren. En cambio, los mamíferos (y no criaturas de dios) como usted y como yo, no tenemos esa capacidad. Por ende, sus ojos se cerrarán del dolor, tal vez, pero sí es seguro que se cierren. Y comenzará a ver con un amistoso odio a todos a su alrededor, si es que no está solo. Pero a pesar de haber descrito todos los efectos visuales durante la prueba del chupete con ají, aún no he mencionado los efectos psíquicos mentales, y las pertinentes imágenes que suceden durante, en la mente.


Como comprenderá, el líquido, es decir, el ají, es sinceramente picante, dependiendo de su concentración. Ojalá, tenga usted buena suerte que no sea el ají del gallinazo, porque sino le destrozará todo el viaducto hasta llegar al estómago. Con sólo decirle que es más fuerte que los ácidos que se encuentran ahí, por lo tanto, usted sufriría de una hemorragia interna incurable. Seguramente sin dudar, usted fallecería. Pero es probable, y tal vez casi seguro, que no se arrepienta de haber muerto saboreando el destructor, poderoso y sin duda matador chupete con ají del gallinazo. Pero en este caso particular, sólo se centrará en el ají común y corriente que le hace cosquillas a los hindúes y les hace sonreír a los mexicanos.


Se compara, por ejemplo, tal vez no sea pertinente, pero al menos cuando yo lo probé, se me vino a mí esta imagen (tomando en cuenta que los sabores ardientes se manifiestan de distintas maneras en la mente de cada uno, aunque debo admitir que me encantaría saber cuál es su experiencia):


Es como, cuando haberse peleado con su mejor amigo. Nunca pensó que ese momento llegaría, y peor aún que estarían rodeados de tanta gente, si es que no están solos. Primero, se había emocionado usted al planificar o improvisar esa burla hacia ése, su amigo. Pero al hacerlo, usted ve que él se aleja, porque esa broma no le gustó para nada o porque sencillamente en ese momento no se sentía bien, entonces lógicamente no se hablarán hasta que uno de los dos hable. Usted, en verdad, o tal vez, no pensó en esas consecuencias, porque no pensó dos veces en hacerlo, y si lo hizo, peor aún, porque realizó la broma. Pero me va a negar que ¿no es tentador ponerle el pie a alguien cuando va caminando por ahí sin ver a dónde va?¿no es tentador intentar ver por debajo de la falda a una chica que la usa muy algo?¿o me lo va a negar? Porque, si lo hace, no sé qué clase de individuo será usted. A lo mejor uno muy responsable y respetuoso. Pero lo invito a unirse al grupo que no piensa en las consecuencias y que realiza las cosas así como así. Pero tiene que tener en consideración que por lo menos será responsable de sus actos. Usted tiene que admitir que la culpa de que su amigo se haya enojado, no fue porque él exagerado y un resentido de lo último. (Tal vez, pero) ¡No! Usted tiene que admitir la culpa y por ende irse a disculpar donde su amigo por la broma que le hizo, por ejemplo, de sumergirle el chupete en ají. ¡Suerte la suya que no fue ají del gallinazo!


Más o menos, algo así, es la sensación de saborear el candente chupete con ají, aunque a primeras no se dé cuenta de las semejanzas. No se preocupe, yo sé que usted es un lector idiota y mediocre, que no sabe analizar y evaluar mientras va leyendo, sino que recién a la quinta leída, recién podrá descubrir una comparación ¡Y se sentirá muy inteligente! Pero no se preocupe. Para eso nacen los escritores, para explicarle a lectores ignorantes como usted, lo que la gente simple como usted no puede a simple vista ver.


Para comenzar, mientras está probando el ají, será un momento de disgusto físico, mientras pelearse con su mejor amigo será de melancolía psíquica. Y así sucederá hasta que no deje de probar el ají, es decir hasta que se acabe. Pero al terminarse este ají, se dará cuenta que sus ojos otra vez se han abierto con el objetivo de apreciar al máximo el eficiente y exitoso sabor del chupete, tan dulce como la vida misma. En otras palabras, seguramente usted le habrá pedido sinceras disculpas a su mejor amigo, y podrá otra vez saborear sin fin el verdadero valor de la amistad, tal como es: largo y duradero. Y así esta amistad se volverá, tal vez, más fuerte y las personas a su alrededor, si es que no está solo, celebrarán, sin duda, el hecho de haber probado ya el ají, porque vieron cómo su cuerpo entero, desde sus piernas, pasando por sus manos y brazos, hasta llegar al sensible rostro, se redoblaba del sorprendente sabor del chupete con ají, pero más que nada del ají, que para su suerte no era del gallinazo.


Pero si sigue probando el chupete con ají, es probable, que adentro se tope con otra capa, ligera o gruesa, de ají, pero no se sabe. Todo depende de que si usted cree esa capa de ají, que ojalá para su suerte, no sea del gallinazo.


Agregado: Aprecio al lector, y no lo considero ignorante. Pero es menester que descubra todas las inconsistencias que así se encuentran escondidas.


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